jueves, 7 de junio de 2012

A pie de calle


Mimetizados por la ciudad, estos personajes pueden pasar desapercibidos consiguiendo que no reparemos en su presencia. Pero siempre están ahí. Cuando menos te lo esperas pueden aparecer de detrás de alguna farola, escondidos tras un poste de luz o algún quiosco. - ¡Hola! -Un saludo cariñoso, familiar, demostrando un afecto inexistente, un amor por todo aquello que puedes ofrecerles, por tu potencial como suscriptor.

-¿Trabajas?- Esta segunda pregunta levanta las sospechas en aquellos más precavidos espantándoles y haciendo que respondan siempre con la fórmula de palabras ideal para escapar de las fauces del promotor de turno.

Mi, llamémosle ingenuidad me hace responder la combinación de palabras ganadora, y mi, llamémosle educación me hace no poder responder nada más que aquello que mi nuevo amigo quiere escuchar salir de mi boca.

Esta secuencia de comandos, sucede día si día también en algún cruce de nuestra querida ciudad. Es esta misma secuencia la que me hubiera gustado conocer, me hubiera gustado que alguien me protegiera antes de caer en las fauces del promotor que me ha regalado hoy mi quinta tarjeta de crédito.



Resulta increíble lo frecuente que se ha vuelto vender a pie de calle. Cada día encontramos más promotores uniformados entre ellos gracias a un chaleco cuya espalda ha sido previamente estampada con el "logo" de la empresa. Van en grupo y llevan siempre entre sus brazos una carpeta negra repleta de formularios de inscripción y folletos informativos de aquello que están tratando de vender.

Los productos varían según la época del año y la demanda del mercado, pero podemos encontrarlos promocionando desde tarjetas de crédito hasta suscripciones a ONG's diversas. Es un fenómeno que me desconcierta y no por su efectividad sino por los discutibles métodos en que sus empleados se apoyan. Se sirven de la lástima, o la alegría que haya podido experimentar su víctima en el momento de ser captada para crear entre los dos un vínculo que dificilmente puede ser roto con un simple "adiós".

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